sábado, 29 de septiembre de 2007

Totemo yokatta desu ne!


Vamos, que fue bonito mientras duró. Ahora a ver cómo amortizo la inversión de 35 euros...

[Suena: Heaven Knows I'm Miserable Know - The Smiths]


ACTUALIZACIÓN:
Cuatro días más tarde, compré un billete de ida y vuelta a Tokio con seguro de viaje incluido. ¿Son cosas mías, o ando un poco voluble? Sea como fuere, ahora ya no hay vuelta atrás. Tengo que ir a que me miren lo de la inestabilidad psicológica. Entretanto, declaro oficialmente que ahora soy 813 euros más pobre, pero mucho menos miserable. Como dijera Arminda en su día, "by far, mi niña, by far!".

viernes, 28 de septiembre de 2007

Callao, 21:30

El frío me mantiene despierta. El de Bruselas me ayudó a corregir hábitos malsanos de latitudes sureñas como llegar 10 o 15 minutos tarde a mis citas. Intuyo que mis amigas están tan positivamente sorprendidas como comprensiblemente escépticas. Esto es de por vida ya, o eso espero (igual el calor del próximo verano me vuelve a freír el cerebro, pero para eso falta un año: apresuraos a quedar conmigo mientras dure).

Con la cabeza alta y ningún signo de sopor, llego a la Plaza del Callao a las 21:20. Dejo enchufado el iPod, todavía faltan unos minutos para conocer a una de mis tuteladas (me he hecho tutora del programa ESN), Sonia Levoye, erasmita francesa 2007-2008 de mi facultad. Habíamos pospuesto este primer encuentro por distintos motivos, y no sé cómo voy a reconocerla, no he visto ninguna foto suya ni ha expresado que vaya a ponerse un clavel rojo en la solapa de la chaqueta. Estas cosas me hacen gracia, lo he vivido antes, y por lo general suelo identificar al sujeto en cuestión por su mirada inquisitoria a cada una de las personas que tiene a su alrededor, como preguntando "¿serás tú?". Soy observadora y eso se me da bien.

21:35, apago el iPod y doy un toque con el móvil para indicar que estoy aquí, y la información gratuita de Orange me hace partícipe de que ella sigue en el metro: "Apagado o fuera de cobertura". Esto va para largo. Inmediatamente doy rienda suelta a una de mis aficiones favoritas: analizar el entorno, ver pasar riadas de gente, cada uno de su padre y de su madre. Me gusta imaginarme sus historias, por qué tienen pinta de estar cabreados, a quién están esperando, a qué dedican el tiempo libre. Hay una chica que me mira desde que salí del metro. Quizás ella también haya concertado una "cita a ciegas" y se pregunte si soy yo a quien espera, y las dos nos miramos sin atrevernos a dirigirnos la palabra. El caso es que tiene cara de francesa: rubia, ojos azules, indumentaria discreta de clásica parisina. Espera, Sonia es de Lille; no es ella. Más vale que vuelva a encender el iPod, pero me quedo con el móvil en la mano, porque con el tono tan discreto que tengo lo más probable es que no lo oiga si me llaman.

21:45, vuelvo a dar otro toque y me doy cuenta de que no me gusta la voz de la señorita de Orange, es casi tan desagradable como la del cantante de The Format (que sus fans me perdonen). Bueno, desde Simancas en metro no sé cuánto se tarda, en cuanto fueran un poco con la hora pegada al culo, es fácil que esto pase, sobre todo a ella que acaba de llegar y no sabe calcular. El nuevo disco de Interpol me ameniza la espera que da gusto: Our Love To Admire.

21:50, el tiempo pasa despacio, y hace un frío de tres pares de narices. ¿Cómo puede cambiar tanto la temperatura de un día para otro? Dios mío, dime que la variabilidad del tiempo bruselense no se ha convertido en un fenómeno mundial. Bruselas... Aquel jueves salí corriendo del Sleep Well para llegar a la hora a La Bourse, punto de encuentro por excelencia, como aquí El Oso y el Madroño o el Km 0. De hecho, fui la primera española en llegar. No recuerdo si aquella noche cené algo en el Cheesecake Café, porque estaba demasiado emocionada para que mi píloro respondiera.

21:55, esto está pasando de azul oscuro a casi negro. ¿Qué hago? ¿Me estará dando plantón? ¿Se le habrá olvidado que habíamos quedado? No puede ser, hablamos hace sólo una hora y media. Ya sé lo que haré, llamo a Beatriz o a Esther o a Paula para ver si están por el centro, y hago tiempo con ellas, y cuando Sonia me llame acudo a donde esté. No es mi noche de suerte, están todas en sus casas.

22:00, espero 15 minutos más y me voy. No sé cuántos toques he dado ya. Si no fuera porque lo hemos pospuesto tres veces, me iría y con razón. Me siento en un banco y veo que los repartidores de folletos de una academia de actores toman el metro para ir a Sol a seguir con la tarea. Uno de ellos es argentino. Me miran de vez en cuando, debe de darles pena una chica como yo a la que le hacen esperar 40 minutos, ¿no? A mí me daría.

22:02, leo un cartel gigante pegado a una marquesina junto a un kiosko, "Agua super fría". ¿El invierno les ha pillado por sorpresa -como a todos lo que se han puesto vestido o manguita corta hoy- y no les ha dado tiempo a quitarlo? Nadie en su sano juicio querría comprar otra cosa que no sea un café o un chocolate caliente. Tengo un impulso maniaco de levantarme y arrancar las tiras de cinta de carrocero y los DIN-A4 superpuestos escritos en mayúsculas con caligrafía (ir)regular. Ahí es cuando me acuerdo del incidente de la salsa boloñesa y los macarrones blancos y reprimo mis instintos.

22:09, hay un loco rondando por la plaza. No hace más que reírse y gritar "¡Menos joder! ¡Menos joder y más follar!". Si en el fondo el hombre tiene razón.

22:11, salen dos chicas del metro con cara de azoradas. Definitivamente parecen guiris, pero no me las habría imaginado así jamás: la rubia va muy hippie y la morena bastante arreglada y pintadita. La morena saca su móvil, marca, y el mío empieza a sonar...


Menudo pateo nos marcamos. Primeras clases de Cultura y Civilización Madrileña de mano de una servidora. Parecen contentas, me recuerda a lo que ella dijo sobre que se les identifica enseguida en C. Universitaria en el periodo de exámenes de septiembre, entre miles de rostros amargados pertenecientes a almas en pena que buscan su redención en una maldita nota.


[No I In Threesome - Interpol]

El invierno nos pilló por sorpresa

Al decir esta frase me he acordado de un corto de Natalie Portman, dirigido por Tom Tykwer, cuyo título original era True, pero que más tarde se incorporó como "Faubourg St Denis" al film Paris Je T'aime, que no me puedo cansar de recomendar.

"There are times when life calls out for a change, a transition. Like the seasons. Our Spring was wonderful... but Summer's over now. We missed out on Autumn and now, all of a sudden, it's cold, so cold everything's freezing over. Our love fell asleep, and the snow took it by surprise. But if you fall asleep in the snow, you don't feel death coming."


Aquí os lo dejo, con subtítulos en inglés, para los poco amigos de la lengua de los galos, y aquí en castellano, que os conozco (pero como siempre digo, ¡nada como la versión original!).

jueves, 27 de septiembre de 2007

Revival

Si Midlake recrean el estilo Boston o Eagles poniendo los pelos de punta, The Mary Onettes consiguen transportarnos de nuevo a principios de los 80, a los primeros pinitos de los sintetizadores y el sonido de estudio de bandas como Joy Division o The Smiths. La batería velada, el tino-nino dando un poco dramatismo, los punteos que paren melodías melancólicas (o puede que la melancolía la ponga el oyente) que se te meten dentro; si no fuera porque las letras no son muy brillantes, auspiciaría a The Mary Onettes una carrera de éxito fulgurante como la de We Are Scientists después de tocar en la misma sala, Moby Dick. Estos suecos tienen talento, en directo suenan bien, los coros estuvieron impecables, el cantante, correcto (salvo en los falsetes de "Void"), pero sigue habiendo ese algo que me faltó, que no acabó de engancharme. Lo mismo que me atrapa desde el primer segundo de un concierto de Editors o Maxïmo Park, y cuya ausencia provocó que en la Moby Dick yo estuviera más que dispersa, pensando en la lista de la compra, mirando al techo o bostezando un par de veces. Como siempre, esto es tan sólo una opinión personal (ya sabemos que influyen muchos factores), aunque me reafirmo en que precisamente "presencia" o "personalidad" abrumadora en el escenario, no tienen. Reitero: sonaron MUY bien, pero para eso te compras el disco y te lo pones en tu casa. Me gusta que un directo aporte más, que te den ganas de contratarlos para que toquen para ti en directo y en persona cada día de tu vida. Como decía, el disco chapeau: mis favoritas son "Pleasure Songs", "Under the Guillotine" y "Slow" (la canción con idéntico título de Showstar me vuelve loca también). Por cierto, a los componentes se les veía contentos (no es para menos cuando unas cien personas sin entrada hacían cola fuera esperando a que el milagro sucediera y sobraran de las que estaban reservadas), especialmente el cantante, cuando le pidió al técnico de sonido tres veces (en inglés) que bajara el volumen y éste no le entendió hasta que se lo repitió a la velocidad del tocino, como si fuera un retrasado mental, o cuando se le trabó la lengua hablando entre canción y canción y todos lo aplaudimos, posiblemente víctimas del síndrome de identificación con cualquier persona que tiene problemas con la lengua inglesa hablando en público.

En otro orden de cosas, Be llegó tarde -por un cúmulo de circunstancias-, devoramos la cena porque llegábamos tarde al concierto, y con el dolor de estómago consiguiente y los tacones -que me calcé esa tarde por otro cúmulo de circunstancias- caminé desde Santiago Bernabéu hasta Avenida de Brasil con una risa nerviosa y un dolor de pies considerable (porque la tira del talón se escurría con las medias, que pueden dar fe de que yo en condiciones normales soporto hasta 10cm 8 horas seguidas). Estuve maldiciendo hasta que oí a una chica (rubia, vestida muy casual, sentada en un escalón de Torre Europa) gritando "¡No me puedes hacer esto! Yo siempre te he dado una oportunidad cuando me lo has pedido...". Lloraba pegada al teléfono, sin importarle lo más mínimo las miradas de los transeúntes... Me di cuenta enseguida de que no era yo quien estaba teniendo el peor día de la Villa de Madrid. El resto de la noche transcurrió entre risas y cotilleos, La Fontana de Oro de Huertas y las anécdotas de los amigos de Arturo, que portaban en su mayoría una nariz más larga que la de Pinocho.

Tengo que pedirle a Jul que me deje ponerme a juego con él cuando salgamos a la calle. Se va a enfadar pero de vez en cuando no puedo evitar caer en las ñoñadas. Qué monada.

[Suena: Pleasure Songs - The Mary Onettes]

domingo, 23 de septiembre de 2007

Las bicicletas son para el verano


Fin.
[Le Hourdel, Pas-de-Calais, Francia]

sábado, 22 de septiembre de 2007

La Noche en Blanco

La Noche en Blanco es una fecha cultural ideal, con arte para todos, y además gratis. Digo que es ideal porque se te hacen los ojos chirivitas al leer todo el abanico de posibilidades que se te abre a modo de cola de pavo real interminable; en cambio, en la práctica la Noche en Blanco fue más bien "Noche en Gris" debido a la lluvia incesante, las interminables colas y las aglomeraciones, no sólo ya en los recintos cerrados, ¡sino en plena calle! La Gran Vía estaba cortada al tráfico, pero para moverte entre la riada de hormiguitas tenías que armarte de paciencia y echarle 10 minutos más de lo habitual. Acabé poniéndome negra. Al final, ni Teatro Real ni Thyssen, y hasta para entrar a ver Athlete en FNAC nos costó lo nuestro (se suponía que no los conocía ni su padre).


Pasamos muchísima vergüenza ajena con las muestras más genuinas de grupismo avanzado por parte de ciertas individuas que, teniendo en cuenta que el escenario estaba a ras de suelo, se pusieron a posar junto al cantante para retratarse no una, sino muchas veces cada una, como si estuvieran haciéndose fotos delante de la Puerta de Alcalá o la de Brandemburgo, solo que era una que estaba tocando la guitarra y cantando para doscientas personas. ¿Os imagináis que la Puerta de Alcalá cantara la canción de "La Puerta de Alcalá"? No se les ocurrió, pero seguro que habría tenido éxito. Para el año que viene lo propongo, o escondo grabadoras gigantescas en los setos para que se reproduzcan solas durante toda la noche. O secuestro a Ana Belén y la escondo en los setos.

Arturo quedó muy contento, porque cuando llegamos a la sección de literatura infantil de FNAC, el taller de cómic acababa de terminar... Qué puñeteros, las sillas y mesitas infantiles habituales las tenían recogidas.


Antes de todo eso, Ismael Serrano, el más campechano por antonomasia, había dado un concierto y firmado hasta que le doliera tanto la mano que tuvieran que resucitársela con electroshock. Claro, es que ser campechano no es de gratis. La fama cuesta. Quien no lo notó tanto fue el bajo de Athlete (no hablo de estaturas), que se paseó por el vestíbulo de FNAC y vio por las pantallas el concierto de Calima (de uno de Ojos de Brujo, nominado a los Grammy Latinos) desde un placentero anonimato (teórico, también, porque hacía una hora yo había visto la carátula del disco y lo reconocí; espero que mi don para la fisonomía no se esfume el día en que me vea en una rueda de reconocimiento). En mi opinión estaba controlando por el rabillo del ojo si alguien lo observaba, al principio debe de ser un fenómeno divertido pensar que haya gente que venga a "verte" o "escucharte" pero sin conocerte personalmente. "Pringaos... estoy a vuestro lado, entre la muchedumbre, y ¡ni me reconocéis! ¡Aprovechad, hombre! En cinco minutos estaré sobre el escenario y me aclamaréis, jajaja". O sea, que antes de adoptar su papel de estrella del rock, se da un baño de masas. A todos les debe de gustar jugar a hacerse los accesibles, ¿eh? No falla, la vena popular se manifiesta (de cuando en cuando) en todos los famosos. Ahora, que para alcanzar el nivel de campechano, ¡eso no basta!

Lo que sí nos basta al resto de los mortales son un TOTP, una botella de agua, una lata de Coca-Cola, unos churros con chocolate, una birra, un sándwich mixto, una Esther, una Irene, un Arturo, un Ernesto, una Pau, una Be. Cualquier cosa menos salir elegir el mismo día del año para culturizarnos que todos los borregos de España. Que es que somos como animales.

viernes, 21 de septiembre de 2007

Volver a las andadas

Bonito reencuentro con la noche madrileña. Gracias a todos los participantes, al Freeway y al Astoria, al güisqui con hielo, a las pegatinas y a las Polaroid.

Estoy de acuerdo con lo que he leído hace poco por ahí de que en Madrid "hay mucho arte por explotar, y mucho sobrevalorado".


"¿Qué tengo yo para que hagan las escaleras empinadas?"

[Suena: Un buen día - Los Planetas]

Edición: "Estams nun bar kesta en la acera dnfrnt al lao dla iglesia,un pokito+alante dtu uni,kse yama DEN BISNIS. tsprams aki kirene tiene1pedo djupiler kdagusto" - Pau. ¡Otro aniversario!

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Atocha

Una calle, una ronda, una estación de ferrocarril, una parada de metro, e incluso una virgen. El nombre de Atocha bautiza numerosos lugares de la zona, y en un día como hoy vuelve a resonar en los medios de comunicación con motivo de la presentación de la segunda hija de los príncipes de Asturias en la Basílica de Atocha. Aunque eso a mí me importa de poco a nada.

Desde pequeña, "vamos a Atocha" llevaba asociado visitar a mis abuelos paternos, Daniel y Dolores, y a la tía Loli y la tía Conchi que, hasta donde soy capaz de echar la vista atrás, ya se hacían cargo de ellos. También había personajes invitados, como la tía Toñi, o Valen(tina), y muy ocasionalmente alguna vecina decrépita. La cita tenía lugar una vez por semana, el viernes por la noche, ineludiblemente, al igual que el sábado por la tarde estaba reservado a los abuelos por parte de madre (y los huevos Kinder que Carlos y Lola habían comprado para los cuatro nietos), hasta que mi hermano y yo crecimos y empezamos a dar otros usos a nuestros fines de semana, saliendo o quedando con nuestros pares.

Nos gustaba visitarlos. Guardo muy buenos recuerdos de las tortillas de patata, los boquerones en vinagre, el queso El Ventero y la nevera dulce perenne, llena de postres y de helados (una de mis tías trabajaba en Nestlé). Era una rutina sana y agradable la de jugar a las cartas con mi abuelo, que apenas podía caminar o articular frases completas debido a una parálisis, pero que con un simple apretón de manos (aún hoy no se me olvidan) o su característico "¡maja, maja!", entre risas, te decía más que un te quiero verbalizado y te recordaba que su cabeza funcionaba mejor de lo que el conjunto de su cuerpo aparentaba. Poco a poco se fueron apagando, él y otros tíos-abuelos que vivían en el mismo edificio, de forma tan silenciosa que todavía a veces, como esta tarde en el salón, tengo que pararme a pensar si no estarán en el baño, o echándose la siesta, para volver a ocupar dentro de un rato su hueco en el sillón, y mirar la tele, hacer crucigramas o rezar el rosario.

Dicen que sobrevino con el calor de este verano. Hasta entonces, mi abuela paterna podía presumir de estar más lúcida que yo, con sus casi 100 años. Me vacilaba, irónica hasta la médula, con su vocecilla rasgada me preguntaba "¿Y qué tal va el Julianico?". En mi reencuentro con ella hoy, por el contrario, me ha preguntado por "Javi", el marido de mi prima, de donde he deducido que algo fallaba, como sucedió hace tres o cuatro años, en una primera ola de síntomas de Alzheimer (o cualquier otra enfermedad degenerativa), que remitió igual que vino. Ya no es la misma. Tiene la mirada perdida, te ve pero no te reconoce del todo, mira con extrañeza; juguetea con todo lo que cae en sus manos, no es capaz de concentrarse para leer su librillo de oraciones, y van tres rosarios extraviados (mal augurio). En un momento dado, medio percatándose de su estado, me coge la mano y me dice "Hija, voy del revés, ¿no?". Intentas explicarle a la yaya que no pasa nada, qué más da si te confunde con otra, con tal de que no se sienta sola, de que me sienta. Le acaricias la cara deseando que la sensación la remita a las de antaño, y de paso a la mano que acaricia, y de paso a mí, su nieta la pequeña. Poder arrancarla del proceso de borrado, a lo Eternal Sunshine of the Spotless Mind, solo que involuntario.

No sé si todos los primeros contactos con el Alzheimer son así de desagradables. Me vuelvo a casa ausente, sumida en mis cavilaciones.
Cuando la gente no te recuerda, no existes.


[Suena: It's A Fire - Portishead]

martes, 18 de septiembre de 2007

Tal día como hoy... (II)

Las niñas de El Resplandor se manifestaron en el Palacio de Versalles (Yvelines, Ile de France).



Hay rumores que afirman que podrían reaparecer el 17 de enero en Madrid como The Shining DJs... Espeluznante, ¡pero daría un gustirrinín!

El verano de 2006 daba sus últimos coletazos con expresiones en nuestro vocabulario básico que no perduraron como:
  • Haz lo que debas
  • Esto pa' que vuelvas
  • 4 euros
  • El aceite se siega
  • ¿Y te lo hace con el tampón?
  • Babilla de cerveza
  • SPA...ti, SPA...mí, SPA...cagarse.

Soy muy aficionada a anotar frases estúpidas, el fallo es no apuntarlas en contexto, como ésta del 3 de febrero de 2006 de Paula: "Estaba lleno de veinteañeros con flequillo y chapitas y yo, ¡¡¡ostras, me han pillao!!!". Memoria de pez.

[Suena: Street Map - Athlete]

lunes, 17 de septiembre de 2007

"Former neobruxelloise"

Ya está. Me despedí con "Maps" en mi cabeza (como la noche de un año atrás) y no lloré (porque fuera me esperaban). No tuve tiempo de despedirme en condiciones; todo fue tan precipitado que lo único que se me ocurrió fue abrir uno de mis ventanales estilo londinense y mirar a ambos lados, para despedirme simbólicamente del edificio terminado que en septiembre de 2006 conocimos con los cimientos al aire. Tampoco lloré cuando me despedí de Jul: me obligué a imaginar que nos veríamos al día siguiente, o en una semana, como hemos estado haciendo otras veces. En definitiva, todo fue frío, como las paredes vacías. Poco antes, dejé las últimas cajas de bártulos en herencia a Marina, nueva inquilina sevillana del B.4.4, con utensilios de cocina, rotuladores, detergente, perchas... Desde la ventana de la belga rubia que hace esquina, Arnie me vio y se paró un momento con los ojos como platos, como quien ve un fantasma y necesita un par de segundos para reaccionar. "¿Qué narices hará ésta todavía aquí?", debió de preguntarse, pero sencillamente sonrió y saludó con un gesto de la cabeza, acompañada por su inconfundible cresta, o viceversa. No me despedí.

Adiós al título de "la neobruselense", ya es oficial. Ahora podré ser "remadrileña", o algo que me invente sobre la marcha.

Lo último que hice en Bruselas fue acudir a mi mirador, mi rincón favorito. Cumplí mi deseo de llevar allí a Julien, es curioso, en mi último anochecer. Filosofamos y le recordé cuando soñábamos con probar dos cervezas diferentes al día -así casi llegaríamos a las 2004 de la Delirium-, como con tantas otras cosas. Si se nos han roto demasiados cántaros de leche es culpa nuestra, por llenarlos.




Y a mí se me empañan las pestañas.


[Suena: Exitlude - The Killers]

Tal día como hoy...


A year ago today... En Montmartre, París.
Por desgracia, cuando mi portátil murió en una fiesta en octubre (y fue robado en noviembre), el vídeo de "topppe de húmedo" se perdió para siempre. Guardemos un minuto de silencio.

viernes, 14 de septiembre de 2007

Ring of Fire

Cuando estrenaron la película Walk the Line (En la cuerda floja) nunca había oído hablar de Johnny Cash. De hecho, reconozco que cuando en Retrospecter lo nombraban (encarnaba al profesor) y acto seguido decían "Ring of fayerrr! I walk the line!", tampoco me enteré de la misa a la mitad.

No sé cómo ha sido el asunto, pero mi padre me ha sacado de la ignorancia. Detrás de La Bourse había un hombre mayor tocando con brío a la guitarra una canción en la que decían "Ring of Fire". ¡Vaya! Como en Retrospecter... Mi padre la conocía, y por la noche la buscó en Youtube (se le da de lujo, así fue como también descubrimos que el hijo de su admirado Albert Hammond era mi admirado Albert Hammond Jr., guitarrista de The Strokes). Bueno, pues misterio resuelto. Youtube lo carga el demonio, empiezas buscando un vídeo en concreto, y acabas navegando media hora, hilando uno tras otro. En esta ocasión me alegro de haberlo hecho, porque encontramos el vídeo de "Hurt", también de Johnny Cash, una canción sencilla y triste donde las haya, que con su voz rota y sus canas no hace sino darle más credibilidad si cabe. Siento predilección por los ancianos entrañables.

Het einde

"Ik wil een koffie met melk, alstublieft". Mi conversación más larga en lengua neerlandesa. La última. Escenario, Grote Markt de Amberes, 17h. Suena descabellado, pero sentí un gran alivio cuando el camarero sonrió al oír mi acento y respondió que enseguida traería mi comanda. Qué menos cuando durante 10 meses asististe (más o menos) a cuatro horas de neerlandés con Katrien cada viernes por la mañana.

Despaché a mis padres deprisa, justo después de visitar la catedral, con sus cuadros de Rubens y sus púlpitos y confesionarios de madera impresionantes. Ellos no lo comprendían. Se sentieron abandonados cuando propuse que volvieran solos a la estación y cogieran el Intercity a Bruselas (yo sabía que no iban a perderse). Hacía exactamente un año que dejé Madrid y necesitaba mi tiempo y mi espacio para despedirme en condiciones, sola, tal y como llegué. Bebí a pequeños sorbos mi café mientras leía las últimas páginas de Les Mots (Sartre), que ya iba siendo hora. Christoph se retrasó 15 minutos; obviamente, también quería despedirme de él.

El tacto de la bufanda, el viento, el reloj dorado de la catedral, la terraza de la cafetería, mi café templado, la estatua de Silvio Brabo... No puedo describirlo de otra manera, sentí paz. Sonreía sin querer. Esta maldita ciudad tiene algo que me sigue atrapando. Sé que volveré. (Me asusto, porque empiezo a encontrarle atractivo a la pedrada arquitectónica de KBC, véase abajo derecha.)


Cogí el tren de vuelta en Amberes Central. A diferencia de otros, este tren procedente de Amsterdam no venía repleto de emporrados sino de boyscouts y parejas de excursionistas maduritos. Me acomodé para disfrutar de uno de los mayores placeres de este país: los viajes en tren, pasión oculta que descubrí en 2004 gracias a los paisajes de la campiña belga y Yellowcard cantando en los auriculares. El último trayecto. Me puse a garabatear y a soñar con los futuros viajes en Shinkansen, llenando páginas y páginas de mis "diarios de Japón". Dije adiós al verdor, a las fábricas, a la torre de Malinas que nunca llegué a visitar, a la niebla -cómo no, el país también quería despedirme con su característico traje de faena, la bóveda de papel de fumar a la que tanto cariño se le acaba cogiendo-. Me lo repito: la última vez que cojo el tren en Bélgica, por lo menos este año ("se escribirán más volúmenes, pero en otros libros"). Confío en que cuando vuelva algún día no me pesen demasiado las melancolías acumuladas y me vea obligada a alquilar un coche. En cualquier sentido, intentar emular el pasado es una soberana necedad.

La nota emotiva la puso Danny Masschelein, el coordinador de Erasmus más adorable de la tierra. En el despacho de Danny había un canarión de la nueva generación de erasmus, le di un par de consejos y salí por la puerta antes de romper a llorar como una mocosa, sin olvidar hacerle entrega a Danny de la camiseta 2007-2008 del Brugge, su equipo, de parte de todos mis compañeros. "Gracias" era poco. Despedirme de VLEKHO, esa facultad que apenas sabía cómo pronunciar cuando solicité plaza, se convirtio en lo más duro del día. Me tragué la tristeza cuando salí del ascensor, eché un último vistazo al vestíbulo y a la gente que había delante del mostrador para comprar crédito de impresión o fotocopias (ajenos a mi nudo en la garganta), y me reuní con mis padres fuera.

Todavía no he sacado un pie del tiesto y ya me tiemblan las raíces.

[Suena: Back Home - Yellowcard]

miércoles, 12 de septiembre de 2007

Köln 2.0

Esto se lo debía a la ciudad de Colonia, porque en marzo no le dediqué ni dos líneas.

En el tren tuve la tentación de ponerme a frikear con una japonesa que estaba sentada delante leyendo un folleto con caracteres hiragana (preparé la conversación en mi cabeza); al comprobar que a su lado viajaba un occidental preferí no hacer el ridículo y comerme el gofre de desayuno calladita.

He aquí una breve crónica de la jornada por puntos:

  • Llegada a Köln Hauptbahnhof. "¡Qué pegada está la catedral a la estación! ¡Y qué sucia!" (Sra. Calabria).
  • La ruidosa manifestación de los trabajadores de la Sparkasse nada más llegar.
  • Mi madre intentado pronunciar "Appellhofplatz".
  • El agua de Colonia no huele tan rematadamente bien.
  • Neumarkt y Heumarkt. El rey Federico Guillermo. El Rathaus.
  • La EL-DE Haus (o casa de la Gestapo) sólo abre hasta las 12 del mediodía. Grrrrr.
  • En todas las panaderías/bollerías hay abejas encima de la mercancía, y no por eso dejan los alemanes de comprarlas y llevárselas a la bocota...
  • Bocadillos de jamón serrano a orillas del Rin. Y luego que no alimentamos los estereotipos...
  • Una chinorris que vende souvenirs junto al Dom nos ve pasar y automáticamente nos habla en español... ¿Llevamos un cartel en la frente?
  • En la catedral más grande de Europa están las reliquias de los Reyes Magos, pero... ¿Entonces es católica? Sus curas no sé si serán católicos, pero rancios, un rato: "FUERAAAAA, VAMOS A CERRAR LA CRIPTAAA". ¿Hola?
  • Ludwig Museum: Picasso, Dalí, pintores alemanes expresionistas, arte abstracto... Y rarezas. Me gustó la primera vez, y con audioguía más. La ignorancia es muy mala: no sabía que Gala la de Dalí hubiera sido Gala Éluard, esposa del poeta... Imploro vuestro perdón. Si te gustan Alexander Calder, Daniel Buren, Nam June Paik, Warhol, Liechtenstein o Claes Oldenburg, no te lo puedes perder.
  • Nos quedamos con ganas de Aquisgrán (Aachen, lo más parecido a la onomatopeya del estornudo).

Para la visita de marzo precisaría escribir cinco entradas o seis como ésta, porque fue lo que se dice bestial, capítulo aparte.

¡Vivan Iraya, Alma, Paula, Danae, "los chungos", Ja Cola, el mistigri, el Fogelmeister y el camarero del Taussend! Todavía no me explico cómo os pude coger tanto cariño en cuestión de cuatro días. También hay que decir que no sois unos cualquieras precisamente :)


[Suena: Louxor J'Adore - Katerine]

martes, 11 de septiembre de 2007

Si hoy es martes, esto es Bélgica

Valiéndose de ese simpático título trataba mi señor padre de explicarme por qué la Rue Royale y Turquía la Nueva estaban prácticamente desiertas a las 10 de la mañana, en comparación con otros días. Ni coches aparcados, ni cola para pagar el parquímetro, ni ajetreo en los comercios. Compramos nuestra barra de pan, paseamos tranquilamente, y bordeamos la iglesia de Ste Marie para contemplar de lejos el ayuntamiento de la comuna de Schaarbeek (no es porque sea "el mío", pero es de los más bonitos).

La vida se ve de otro color cuando te han "extraviado temporalmente" una maleta y a las 7:30 te llama una señorita para anunciarte que la han encontrado y la devuelven a casa (al número 239, y no al 2, como papá dijo, que debe de ser la dirección del Palacio Real o algo parecido). Brussels Airlines se portó muy bien, y en 24h mi madre abandonó gustosa la tarea de estrujarse los sesos para hacer inventario de todo lo que llevaba en la maleta y cumplimentar el formulario para las compensaciones económicas. Qué duda cabe, uno disfruta más de las excursiones sabiendo que tendrá muda limpia y jamón serrano para el día siguiente.

El recorrido turístico por Bruselas fue completo (cansado, también). Repusimos fuerzas con unos mejillones con patatas fritas en el restaurante Royal Safir (un poco más caro que la media, pero se nota en la calidad y mucho), en una mesita en el mismo pasadizo que conduce al teatro de marionetas de Toone. El maître, muy agradable como siempre, nos trajo unos kir de aperitivo, y nos dejó a 18 euros un menú de scampi/escargots, un perolo de mejillones (que esta vez no fui capaz de acabarme) y un postre decente. "¿Cómo se dice hermana en francés? Sister es en inglés... ¿no? Y brother también...". Maldita lengua vikinga, ¡que para tres palabras que conoce mi madre en el idioma de Shakespeare le bloquean el vocabulario galo! Esperemos que el curso en línea ayude; si no, voy a tener un trabajo muy intenso en las reuniones con la familia política.

La visita siguió por Delirium Tremens (y Janneke Pis), De Brouckère, Ste Catherine, St Géry, Grand Place, Manneken Pis, Marolles, la iglesia de Notre Dame y Palais de Justice, para tomar después la Rue de la Régence hasta uno de los rincones con más encanto de la ciudad: Petit Sablon y Grand Sablon. En el Petit Sablon me acordé inevitablemente de Beatriz e Irene montando guardia (esa misma tarde de septiembre de 2006 "nos perdí", mapa en mano -mea culpa-, aunque podría haber sido peor) y del Duque de Alba y las barbaridades que cometió e hizo cometer en Flandes. Los españoles también tenemos una deuda histórica con este país... En la misma plaza, un japonés, que viajaba solo, me pidió en perfecto francés que le hiciera una foto. Lo hice lo mejor que pude e incluso le ofrecí repetirla si no le gustaba; seguramente me notó la empatía en la mirada, porque en una visión del futuro me imaginé sola en Japón tirando autofotos a diestro y siniestro como una triste.

Después de babear ante el escaparate de Pierre Marcolini y de que mi madre me preguntara por cuarta vez cómo se llamaba la iglesia del Grand Sablon (¡Nuestra Sra. del Sablón, mamá!), decidí que era el momento de hacer una pausa. En vista de que la dueña del café art nouveau de color verde nunca se acuerda de mí por mucho que lo frecuento (yo diría que gana en antipatía por segundos), traicioné a mi gusto estético por una propuesta mucho más corriente, Le Grain de Sable, pero que servía no obstante los mismos chocolates calientes de sobre y las mismas bolsitas de té verde que me compro en el supermercado. Mientras daba sorbitos a mi taza de té, dediqué unos minutos a una de mis aficiones preferidas: observar. Constaté que Bruselas es la única ciudad en que en un mismo día ves al 50% de la gente en manga corta o falda sin medias y al otro 50% con abrigo, bufanda y botas; claro, que no es de extrañar por lo variable del tiempo, uno acaba por salir preparado para todo, con capas de cebolla, paraguas en el bolso y... gafas tintadas por si saliera ese sol de probabilidades de bonoloto. También pude volver a comprobar que este barrio es el más fino del centro de Bruselas, y que los señores trajeados de la mesa de al lado habían acumulado más copas vacías de rosé de las que recomendaría la OMS.

Continuamos y pasamos por delante de los Museos Reales de Bellas Artes (nos quedamos con ganas de entrar a la exposición de Rubens, pero en Amberes tendríamos tiempo para resarcirnos). Un niño de seis años lloraba y "pegaba" a su abuela porque no quería ceder el peluche a su hermana pequeña. El déspota no dejaba de gritar, con malos modales, y una vez más me dieron ganas de hacerme una ligadura de trompas (o voy a recoger firmas a favor del "azote a tiempo"). En el camino de vuelta, después de intentar justificar mi teoría de por qué no pagar en el tranvía (92 o 94, hasta mi puerta), seguimos con el tema de que en Madrid, antaño, lo hubo, y de si funcionaría hoy o sería un fiasco, y de algo sabido por todos: que Madrid es la capital europea con menos bicicletas. No nos hace falta carril bici ni aparcamientos porque estarían infrautilizados, no entra en nuestra cabeza, ese chip no nos viene de serie, por lo que sea. Así nos pasa luego, que paseamos por Ámsterdam y corremos el peligro de ser arrollados cada dos segundos, la falta de costumbre. Todavía no me creo que en 12 meses no me hayan atropellado ni bicis ni tranvías; era algo que cuando llegué me obsesionaba.

Hacía años que no pasaba unas vacaciones con mis padres y reconozco que fue muy agradable (sólo faltó mi hermano). Me encantan, entre millones de cosas más, por ser mi modelo de pareja tras verse a diario en el trabajo durante más de 20 años de matrimonio. Al verlos así de bien se me llena la boca de orgullo y de esperanza.


[Suena: Vienna - Ultravox]

domingo, 9 de septiembre de 2007

Jam session


Un domingo por la noche + un bar de Ixelles + cuatro cervezas + un par de baquetas = un prodigio a la batería.

¡Andrés David Portillo!
[Suena: Sultans of Swing - Dire Straits] ¡Acerté!

"America needs more maps!"

Este vídeo es mejor que la lista de apelativos para los genitales que Ana y yo escribimos en el curro. Miss Teen Carolina del Sur 2007, Lauren Caitlin Upton, se ha hecho famosa gracias a la respuesta que dio en el certamen de Miss EE UU, que finalmente ganó Miss Teen Colorado. Me ha recordado a aquella de Miss Sevilla en Miss España de "¿Qué sabes de Rusia?", a lo que la modelo en cuestión respondió algo así como que "nunca he estado allí, [blablabla] pero la gente de Rusia es maravillosa". Me muero por volver a casa y echarme unas risas con Supermodelo, que tanto está dando que hablar y que no me resistiré a ver con mis propios ojos.


La pregunta a Caitlin Upton fue ¿por qué tan pocos americanos son capaces de situar su propio país en un mapamundi?

Esto es una perla. It brings a tear to my reading eye, pero no sé de qué tipo, si de lástima o de asco. No sé qué es más importante, si aprender a localizarse en un mapa (mira que EE UU es grande...) o aprender a hablar. O pedir al neurólogo que te haga un chequeo completo después de decir unas barbaridades "tales como" esas. Yo voto por lo último.



[Suena: Breakfast in America - Supertramp]

sábado, 8 de septiembre de 2007

Teorías de plastilina II

La del "todo lo bueno se acaba". Manía persecutoria que tienen los dichos con ser lo más catastrofistas posible.

Jessika Bukacki (pronúnciese /bucátski/) y Jeroen Bruyndonck (no me pregunten cómo pronunciarlo) acaban de cenar una pizza y vino rosado en mi casa. Yo acababa de regresar de Grimbergen (sí, como la cerveza), donde Anne y Greg me han cuidado de fábula (con "petits beurrés" y todo), un tanto desorientada tras una semana en la que he viajado por Picardie-París-Belfort-Bruselas en tiempo récord. Conocí a Jessika y Jeroen en Aranjuez hace tres años, cuando ellos disfrutaban de las mieles de su erasmus, y ahora es una alegría comprobar que, por mucho tiempo que pase, algunas cosas permanecen.

Y otras cosas se transforman, pero nada "se pierde" del todo, o "se acaba"; se perpetúan bajo otra forma, en un correo electrónico, en un pensamiento fugaz, en un ítem o una foto y,como en los "horrocrux" esos de Harry Potter: para terminar con ello de una vez por todas tendrías que pulsar el botón de "borrar" en tu memoria y, querido amigo, ambos sabemos que ese botón no existe (ni ese, ni el de rebobinado). Los posos cuentan.

Miro a mi alrededor sabiendo que estas paredes estarán vacías en siete días. Bajaré de ellas, pedazo a pedazo, un año de una vida. No parece tanto según con qué lo compares, pero yo aseguro que lo es todo, una de esas piedras angulares. Vine aquí en parte porque no tenía nada que perder, y ahora siento que a donde vuelvo no hay mucho que ganar... Cuando pienso en el momento de echar la llave a mi estudio, y despedirme del poyete de las ventanas, del Den Bisnis (que acaba de reabrir con el comienzo del nuevo curso, unos se van y otros llegan, el eterno devenir), del mirador, de las patatas fritas grasientas, las fuentes de chocolate, los supermercados con un tercio de las estanterías dedicado a la cerveza... Las imágenes me laten en las sienes, de forma análoga, me figuro, a la película de tu vida que pasa por tus ojos un segundo antes de morir ("Lo que no te mata te hace más fuerte"). Desde septiembre sabía que me pasaría esto, que un día despertaría del sueño de golpe, y me quedaría inmóvil, bloqueada, preguntándome... ¿y ahora qué? Aunque en realidad la respuesta es sencilla, es más bien una pregunta retórica, no se trata de elegir un camino porque no hay ninguna encrucijada, el año que viene toca en Madrid, y no queda otra. Otra historia sería tomarme la molestia o no de valorar mis ganas de enfrentarme a la vida “normal”, a la (qué palabra tan connotada, horrenda, temida) rutina, a lo que venga. Despedir amargamente la libertad, la vida contemplativa, el mundo abierto de par en par para ti, para descubrirlo a tu ritmo, junto a esas personas que desde el principio eran electrones girando en la misma órbita. Ellos también buscaban algo en la erasmus, cada uno algo diferente. Unos venían medio huyendo, dilatando proyectos, eludiendo responsabilidades, otros con grandes expectativas. Algunos han encontrado su sitio tras este año, otros siguen corriendo, en direcciones aleatorias, o lo que es peor, en círculos y sin saberlo.


La erasmus debería ser una experiencia obligatoria, como la educación primaria o la vacuna contra la rubeola: aunque no les veas la utilidad a corto plazo, como esperes a que te pique el gusanillo para procurártelos, puede hacerse demasiado tarde. Te arriesgas a que en un momento determinado los intercambios internacionales se te hayan quedado "pequeños" en relación con tus expectativas esnob propias de la edad adulta. Sería algo así como proponerle a mi madre hacer el Interraíl durmiendo en hostales de mala muerte y comiendo latas de atún. Que es que todo tiene su edad.

A mí me enseñaron que cada cual es un mundo, y decide si tomar o no ciertos riesgos. Ahora bien, incluso si las cosas de veras se acaban, ¿no es peor cuando ni empiezan?



[Suena: Special Gun - Showstar]

martes, 4 de septiembre de 2007

Mucha Picardía

Arminda repartió la herencia, cargamos el Clio hasta los topes, y pusimos rumbo a Zaventem. Todo pasó demasiado deprisa: en un momento estábamos discutiendo con una azafata de facturación de Thomas Cook poco comprensiva (no nos dejaba facturar más de 32kg, ni pagando exceso de equipaje; Armin se vio obligada a "regalarnos" cosas que quería llevarse a Gran Canaria), y al siguiente nos abrazábamos a las puertas de la aduana. Y ya. A medida que nos alejábamos, le dije a Jul que me sentía tan bloqueada que no me salían las lágrimas. "Ahora sí que se había acabado todo". Con la marcha de Arminda se marcaba el final simbólico de mi periplo erasmus, pero a mí me quedaban dos semanas en una ciudad que ya no valía la pena sin las personas que la llenaban de significado. Era consciente, y por eso opté por poner pies en polvorosa y, en lugar de hundirme en la miseria vagando cual alma en pena por Bruselas hasta que llegaran mis padres a visitarme, dejé que Jul me condujera hasta Picardía, Pas-de-Calais, Normandía, para purificar mi alma con la brisa y el salitre, y relajarme. El bloqueo de mis lagrimales duró lo que tardamos en volver al aparcamiento y poner el culo en el asiento: me puse a llorar como una loca y no pude parar en media hora. Supongo que instintivamente quería aferrarme a esos últimos coletazos (aunque en vano), dedicarle el duelo que el cierre de etapa merecía. Sin el duelo correspondiente, no hay manera humana de seguir adelante.

De noche, todos los gatos son pardos. Por eso o porque nos perdimos un poquitín, paramos en una estación de servicio para camiones y adquirimos un mapa de carreteras de Francia por el módico precio de 7 euros... Cayeux-sur-Mer, un pequeño municipio no muy lejano del lugar del Desembarco, nos esperaba como destino bucólico-marítimo soñado y escenario para una terapia que daría excelentes resultados. La terapia consistió, básicamente, en hartarnos de marisco, desperezarnos de la siesta con los escasos 20º de la piscina cubierta (seamos realistas: es Normandía, ¡hasta el agua de las piscinas está helada!), ver muy buen cine (Eternal Sunshine of the Spotless Mind y We Don't Live Here Anymore), ir la compra a Shopi para hacer cocina experimental, hacer bricolaje (a mí me tocó pintar el baño de color salmón: confieso ser adicta a la brocha gorda) y pasarnos el finde hundiendo los pies en la Bahía de Somme, el estuario más grande del norte de Francia, cuyos 5km se pueden atravesar a pie (hasta Le Crotoy), eso sí, con un guía experimentado que conozca por dónde no van a rodearte las mareas cuando suban (muchos murieron ahogados y otros tantos han sido rescatados con helicóptero por la tontería). Resulta extremadamente curioso observar la bahía con marea alta y con marea baja... Parece que, en la segunda foto, alguien hubiera quitado el tapón y se hubiera ido todo el mar por el desagüe:


Efectivamente, cuando la marea sube, el agua cubre hasta donde abarca la vista, y los lugares por donde habías estado caminando tranquilamente en busca de quisquillas, chirlas, navajas o cangrejos, se llenan de barcos de vela en cuestión de un par de horas... Surrealista. Menudos son los misterios de la naturaleza (hay que fastidiarse con el influjo de la luna... Si hace eso, ¿cómo no voy a creerme lo de los hombre-lobo?). Por cierto, sólo cogimos 17 quisquillas y unos cuantos cangrejillos muy simpáticos que no me atreví a tocar mas que con un palito (esto me recuerda a la escena de las langostas de Annie Hall), y que por nada del mundo habría echado a una olla para hacer sopa (creo que esa escena con Sebastián el de Disney también me traumatizó). Otros animalitos famosos de Le Hourdel (aparte de las gaviotas, ratas grandes con alas -las pequeñas son las palomas-) son las focas. No hay vez que un grupo del IMSERSO o un papá con sus niños se aposte en unas piedras, en un alto cercano a la bahía, prismáticos en mano. Jul no tiene prismáticos, pero dice que en su vida ha visto una foca allí... Mémé da su opinión, como todos los abuelos del tontódromo, sobre cuáles son las mejores horas, estaciones y lugares para avistarlas (hay una comunidad de 80). Lo hemos probado todo, y a fecha de hoy todavía me quedo con las ganas. Me gustaría a mí saber si los de los prismáticos se hacen los interesantes y apuntan con el dedo a un puñado de rocas (que también son grises), para sentirse menos ridículos por haber hecho el viaje en balde (como cuando visité el Parque de Cabárceno y todos los osos estaban echándose la siesta). Sólo nos queda hacernos los muertos en la playa cubiertos de pescado; o eso, o llevarnos una pelota de playa hinchable, de colorines, como las que usan en el zoo para que se la pongan en la naricita; igual hasta lo someto a votación entre los lectores y lo pongo en práctica.

Pero de todos los objetos y de todos los recuerdos de Cayeux-sur-Mer me habría quedado con uno: un par de botas de caucho azules, de las de ir a mariscar. Mi conjunto de guerra consistió en enfundarme eso y unos pantalones cortos de Ju, ¡y lista para ensuciar! Ponerlas de barro hasta arriba, salpicarme pisando "charcos" entre las dunas, tener las piernas metidas hasta la espinilla en el mar sin mojarme... El sueño de toda niña. Pero como todos los sueños, llegó su amargo final. Hice pucheros al quitármelas, habría preferido que se me quedaran pegadas a la piel, ¡que me cortaran con un cúter! Ahora, cada vez que vaya, tengo un aliciente extra: reencontrarme con el mar Y con mis botas. Qué suerte que mémé sea tan maja... y que usemos el mismo número de pie. ¿Verdad?