lunes, 8 de septiembre de 2014

Last Flowers to the Hospital

La radio y los cascos en el primer cajón.
Su silla de ruedas plegada en la entrada. Su andador. Su bastón.
Su cepillo de dientes.
El carmín rosáceo, con la punta redondeada -y la marca de las grietas de sus labios-.
Su pequeño neceser. El lápiz marrón para las cejas.
Su vestido de lunares. Su bata de flores azul. Y su bata de guata salmón.
Su peluca, sus gafas de sol.
Sus diminutas zapatillas de andar por casa. Las rosas.

Su esmalte de uñas, coral, menos la última semana -no le ofrecí pintárselas-.
Sus pendientes de oro y coral. Tan lejos del lóbulo al que estuvieron pegados por décadas.

Ya no me cortaré el pelo (nunca más).
Ya no preparemos un pack especial (por la boda).
Ya no la veré cuando vuelva en septiembre.
Qué rica la tortilla, y anda que con unos pimientitos por encima... Se la hacía así a tu abuelo. Si no digo nada no le dais de cenar a la niña.

Las putas cápsulas de infusión digestiva.

La toalla de debajo de la almohada.
Sus jerseys de pico, el rosita y el celeste. Con broche.
El patético discurso en La Almudena.

Su nombre en el identificador de llamadas.

jueves, 2 de mayo de 2013

Poelaert


Con las rodillas doloridas tras 1200km en la carretera, me atrevo a asomarme, sola, a la ventana del recuerdo. La Place Poelaert viene a ser la desembocadura de la Rue Royale, una travesía lenta y agónica marcada por el traqueteo del tranvía 92 que vomita, al fondo a la derecha, un mirador hacia las miserias humanas de la villa.

Pienso, mientras me cierro las solapas del abrigo, que las grúas en el horizonte son horrendas. Bruselas parece permanecer estancada en el tiempo y a la vez anclada en el eterno devenir; todo cambia, pero todo permanece. María dice que las sempiternas grúas y obras públicas son epítome de la construcción europea: siempre inabacaba. Ahí sigue ella, a simple vista tan estática que cabrea. Me provoca el confort de una estatua de cera o la salita de un taxidermista. La estanqueidad no es el estado natural de las cosas.

El Atomium centellea al atardecer hacia el norte; Simonis aguanta como puede esa basílica de Koekelberg que es más fea que mear de pie. Al otro lado, unos bloques de HLM (viviendas sociales) ponen la guinda de decadencia al horizonte. Polaert pidió expresamente culminar su Palacio de Justicia con una pirámide, no con una cúpula, y mira el caso que le hicieron. Joder, yo es que aquí he vivido mucho.

Querido diario: hoy he roto un par de cuellos. A lo lejos, una manada de individuos con sudaderas y faldones largos se convierte en un grupo de franciscanos con togas ondeantes al viento. Apoyada contra la balaustrada, una chica lanza al aire una moneda una y otra vez, con la mirada perdida, como si hubiera olvidado a qué apostó cuando se confió al azar. Yo resoplo antes de asir el manillar con firmeza y reconducir el aciago que me remueve las entrañas.

Nadie se detiene en el mirador más de tres minutos. La bicicleta sigue sin estar aparcada donde debería.

Entonces (2006)

Hoy (2013)

Cerrado el círculo, bien está lo que bien acaba. Fin de este blog.

sábado, 3 de marzo de 2012

The "C" word

Esa palabra. CRISIS. Esa palabra que solo salía en los libros de historia de secundaria para contarnos la del 29, la del 73, la de los misiles de Cuba, o la de los sistemas políticos que se quedaban obsoletos, como el Antiguo Régimen, siempre con tintes espaciotemporales que nos resultaban asépticos, muy lejanos. Ahora todo cambia. Esta crisis no es sólo "la de 2008", ni la de las subprime, ni la de la burbuja inmobiliaria en España, y a la vez es todas ellas.

Desde hace un año y medio intento canalizar la maraña de sensaciones que me producen los acontecimientos recientes, y cada vez que lo he intentado se me ha hecho un nudo en la punta del cursor. He sido incapaz. El resumen simplista sería sencillo: demasiado dolor, insoportable desesperanza.

La crisis no es algo de lo que puedas esconderte. Invade todos los rincones, tu ocio, tus conversaciones privadas, las marcas dentro de tu nevera. Todo está ahí para recordarte que mucho ha cambiado, y que está para quedarse. La primera vez que fui plenamente consciente de lo que permea en mi estado de ánimo fue el día de Reyes en 2012. Íbamos en el coche y buscábamos plaza de aparcamiento para la visita habitual a las Chicas de Oro. Me pesa el mundo, particularmente desde que tengo herramientas para analizarlo. El máster en RRII me ha reconectado con la realidad de que todo en esta vida es político: lo que haces y lo que dejas de hacer. Que lo que sucede no está en tus manos cambiarlo, y al mismo tiempo quedarte en casa de brazos cruzados es darles argumentos para llamarnos generación perdida. Fitzgerald se revuelve en su tumba.

Los banqueros, los corruptos, los políticos, ensucian el maltratado nombre de la patria mientras los ciudadanos miramos al televisor como si del Peliculón de Antena3 se tratara. Una ficción demasiado real. Me faltan dedos de la mano para abofetear a quienes no se levantaron con el 15-M y calientan la silla esperando a que las conquistas sociales se enraicen a la pared para que no nos las roben, una tras otra. Orwell y Huxley se dan la mano.

viernes, 10 de julio de 2009

Infancia

18/02/07

Un día de invierno a 15ºC. El sol brilla. Ni una sola nube en el cielo. De espaldas a los rayos de sol poniente que vagamente calienta, el azul intenso y el fresco sin frío, estimulante, agradable, me recuerda a las Semanas Santas en Santiago de la Ribera, pese a que debo reinventar solo con el sentido de la vista la suave fragancia de las arizónicas que rodean el jardín. Las de Noisy son inodoras e insípidas.

Me falta el perfume de los naranjos del patio, y pasar la mano por la hierbabuena que crecía junto a la verja negra; abrir la tapa dela llave de paso de la manguera, y sacar uno o dos caracoles y jugar a esconderles los cuernos, lo quieran o no. Ver a JC cazando hormigas con sus deditos minúsculos y llevárselas a la boca como si de un bocado de cinco tenedores se tratara. El olor del jazmín en una noche con pizza de La Cabaña en la tripa. Con la masa fina, fina.

Me falta tocar la arena caliente.
El sonido de las olas en una tarde en Las Palmeras, después de saltar olas y tragar salitre a mansalva, y degustar un melocotón para compensar (previamente pelado y precortado por un progenitor, para hacer más comodo el trance) o unas patatitas de El Pilar de la Horadada. Bucear en busca de caballitos de mar es tan agotador.

Adoro los días descolocados, como el de hoy, que se han equivocado de estación. Las tormentas de verano en Tordelpalo con chaquetita de punto para saltar a la comba en el corral por la noche. Los despejados que dan tregua a las heladas y la sempiterna lluvia de febrero en franchuladia.

Al fin y al cabo, supongo que no sorprendo a nadie y sigo respondiendo al patrón del gusto por lo diferente. La empatía instantánea con la oveja negra, con el vanguardista incomprendido, con el amor que debió ser pero acabó en fracaso. The out-of-the-ordinary. Defensora de pleitos pobres. Repeler la mediocridad es la más dulce de mis manías compulsivas. Y en la misma arrogancia de la afirmación me confirmo mediocre.

Back to square one

Razón aquí.



¿No lo notas? He dado otro estirón emocional. Un paso más cerca de las más altas cotas de la miseria.

On me disait souvent: le passé nous pousse, mais j'étais convaincu que l'avenir me tirait.-
Jean-Paul Sartre

miércoles, 14 de enero de 2009

Badminton

El volante asciende y supera la red casi a cámara lenta; en el intervalo entre golpe y golpe podrías limarte las uñas, atarte los cordones o repasar la lista de la compra. Yo prefiero, casi sin querer, amargarme la hora y media de deporte planteándome cuestiones existenciales y deshaciéndome en pedazos al intentar armar las piezas de mi un futuro que se hace irrevocablemente presente. No hay imagen impresa en el puzle.

La conversación con Paula me devolvió de golpe y porrazo a la realidad. /Xigongda/ es un País de Nunca Jamás en que los alumnos se tiran años escribiendo tesis sin fecha de fin, las abuelas practican tai-chi a las 8 de la mañana como en sus tiempos mozos y las rejas del campus se abren y cierran cada día, protegiendo ese frágil microcosmos que es la vida universitaria.

Soy una frígida del deporte, totalmente incapaz de dejarme llevar y disfrutar. El deporte me hace ser consciente de los movimientos de mi cuerpo, de lo que bota, de los músculos que luchan por mover un esqueleto oxidado y una masa torpe. Cuando Jul me da indicaciones sobre cómo efectuar el golpe de muñeca (“the power is in your wrist”), puedo oír a mi padre darme indicaciones, en vano, en una cancha de tenis que siempre me pareció demasiado grande para mi tamaño, a los 8, los 9, o los 12 años. Siempre perfeccionista, no saber hacer algo bien a la primera conllevaba un derrumbe moral inmediato. Las comparaciones son odiosas (incluso dentro de la familia) y mi hermano era por aquel entonces, y sigue siendo hoy, el portador del gen de la excelencia en actividades físicas. Estas cosas pesan en el espíritu.

No en vano jamás me permití caer en el saco de los conformistas y, sin embargo, con el paso de los años, el miedo me invita con poca sutileza a apuntar bajo, aceptar cualquier trabajo de oficina, comer y callar. Me conozco y la ambición y expectativas alimentadas durante años no se diluyen en un salario medio y una felicidad fingida. Quizás el problema sea que todos me auspiciasen tanto éxito, una carrera demasiado brillante, condenándome sin saberlo a decepcionarme haga lo que haga... Debería correr a por los volantes que vuelan bajo, aunque me deje los riñones, y no dar por sentado que, muy probablemente, van directos al suelo y no vale la pena interponerse en la trayectoria. No sé el qué ni cómo pero si no lo intento la frustración me carcomerá por los siglos de los siglos. Sí, definitivamente debo. Mejor un fracaso rotundo a un signo de interrogación. “Sin esfuerzo no hay recompensa”. Cómo me he podido tragar el cuento tantas veces de que soy capaz de vivir al día, sin objetivos, sin estrés al límite, sin reconocimiento es para mí una incógnita. Dolores, por dios, un poco de coraje… Llevo el masoquismo impreso hasta en el nombre. ¿Quieres que abramos el champán, pedazo de vaga?

Por imbécil se me estampó un volante en el ojo. Sobreviviré y en mi convalecencia palparé cada centímetro de cráneo con el fin de encontrar el botón de “desconectar” para el próximo partido. El de "rebobinar" ya sabemos todos que no existe. Ahora es demasiado tarde.

Pulsar "desconectar" como el modo que activa la musiquilla de la Champions en los forofos del fútbol. Otro canto de sirena.

lunes, 15 de diciembre de 2008

CES Felipe II

Ahora mismo está teniendo lugar el acto de (mi) graduación de la promoción 2008, 7 husos horarios al oeste de mi posición actual. Con la ilusión que le hacía a mi mamá...

jueves, 11 de diciembre de 2008

La prueba de 6.º de primaria

No he podido resistirme. En El País digital había un PDF escaneado cutremente con los resultados por distritos de la prueba de 6.º del Santísimo M.º de Educación. Hace doce años que yo pasé por ese curso, pero hay cosas que cambian poco: los colegios concertados del distrito han tenido un porcentaje de aprobados superior al de los públicos. Claro que hay públicos y públicos. Pero no en Villaverde City.
Analicemos los datos:
Prueba de lengua- 87,93% de aprobados; prueba de matemáticas- 77,59% de aprobados (geen probleem, las de ciencias siempre se las prometen felices hasta el batacazo en la PAAU); nota media- 25,69 sobre 40 (un poco raspado, ¿eh?).
En resumidas cuentas, habrá un gran número de graduados escolares otorgados a niños y niñas condenados a la mediocridad, aprobados por la mínima.
Tengo sentimientos encontrados cuando pienso en mi colegio. No puedo evitar evocarlo con cierto orgullo y, al mismo tiempo, pensar en los 14 años de mi vida en que esos pasillos y ese patio eran el centro del universo me produce un inquietante repelús.
No... No volvería atrás.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

60


Feliz cumpleaños.

Qué valiente. No sé cómo no te eutanasias, con la de palos que recibes.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Yes, WE CAN

Enhorabuena, Barack. "Nos pellizcamos para creerlo", pero CNN acaba de anunciar que la Obamanía ha prevalecido. La fiesta demócrata en Chicago pone los pelos como escarpias, y a más de uno se le saltará la lagrimilla al pensar que desde hace meses todos deseábamos que llegara hasta aquí, pero casi ninguno tenía fe en que el pueblo de los EE.UU. no actuara en sintonía con su historia reciente. Solo falta que, por una vez, no hayan sido no sean palabras vacías y demagogia, y el cambio esté a la vuelta de la esquina. Lo necesitamos. De lo contrario, esta vez la decepción podría matarnos.