miércoles, 23 de mayo de 2007

Porque sí

Ya está. Hecho. Otro juguete que acabaré abandonando en una cuneta, aparcado, en el paraíso de las bolas del desierto (sí, de esas plantas rodadoras que aparecen en toda peli del género western, cuando los dos vaqueros están a punto de desenfundar), como aquel Gogo (perrito a pilas) que tantos quebraderos de cabeza dio a mis progenitores al agotarse en todos los grandes almacenes unas navidades, y que yo, pequeña pero rematadamente puñetera, guardé en el armario aproximadamente el 7 de enero.

No es que nadie me haya puesto una pistola en la sien, ni muchísimo menos. Pero caray, a raíz de trabajar en la traducción del libro de An De Jonghe Social Networks Around the World, una servidora comienza a tomar conciencia, aterrorizada, de cómo el Web 2.0. cambia nuestra vida diaria, o directamente se apodera de ella, ¡sin que muchos lleguen a darse ni cuenta...! Como Julia comentó, un día nos resetean Internet y nos quedamos en bragas; ni fotos, ni direcciones de contactos, ni recuerdos. Aunque, reconozcámoslo, no vamos a empezar con una sarta de mentiras desde la primera entrada: nadie crea un blog para hacer un estudio sociológico. ¿Acaso la tentación de exhibirse desde un cómodo anonimato no es ya sobradamente atractiva? ¿El placer de dejar que los dedos aporreen las teclas hasta que los malos espíritus del día abandonen tu ser, sin nadie que juzgue, que conozca, que inhiba?

Nunca fui buena para los diarios. Ni si quiera para los "semanarios". Pasé por las fases de papel con escaso éxito, dejando tres o cuatro cuadernitos (de aquellos con motivos de Disney en la portada) a medio empezar, entre los 7 y los 11 años. En los turbulentos tiempos de la adolescencia, la tendencia fue más bien la de la cuasi-escritura automática en folios, servilletas, pañuelos de papel y derivados, cuando quiera que el arrebato artístico o de rabia contenida así lo reclamaran. Porque solía suceder que, la mayoría de las veces, no era la musa quien me llamaba, sino más bien la necesidad de catarsis. Escribir en los malos momentos, para relajarme, para comprenderme, para ver hacia adónde tiramos. Es un hecho probado y comprobado que, cuando te sientes bien, lo que te apetece es aprovecharlo, prolongarlo al máximo, y no desperdiciar un solo minuto plasmándolo en lo que quiera que sea:

-¿Quieres casarte conmigo?
-¡Ay! ¡Qué emoción! Espera cariño, que me estás haciendo tan feliz que tengo que sacar la libretita...

Así, no.

Sin embargo, la catarsis no es el único buen motivo. En otros canales me descubrí releyendo experiencias, mi yo de hace unos años, blablabla, lo que pasó el día tal del mes tal de tal año, blablabla, cualquier pensamiento fugaz, libre. No tiene precio, puedo asegurarlo. Cómo cambiamos todos, ¿eh? Escribir no ya por necesidad, por hedonismo, por narcisismo... Escribir porque sí. Como ejercicio sano y porque lo estaba echando de menos. Fati me lo recordó y las dos Skb abrieron la veda. Ahora es demasiado tarde, pequeños drugos.

Bienvenidos.

[Suena: Tiptoe - Marlango]

1 comentario:

And I know it's old fashioned to say so dijo...

jajajaja
si, la tentación era muy grande
efectivamente, porque sí, porque nos apetece poner nuetros pensamientos, miserias y no miserias en el ciberespacio para pensar, pasar el rato o como tu dices, como catarsis. que para eso vivimos en un país libre (cada una en el suyo jajajaj)
pues chupi.
y sabes una cosa? quedan 14 días para vernos a la orilla del sena