sábado, 8 de septiembre de 2007

Teorías de plastilina II

La del "todo lo bueno se acaba". Manía persecutoria que tienen los dichos con ser lo más catastrofistas posible.

Jessika Bukacki (pronúnciese /bucátski/) y Jeroen Bruyndonck (no me pregunten cómo pronunciarlo) acaban de cenar una pizza y vino rosado en mi casa. Yo acababa de regresar de Grimbergen (sí, como la cerveza), donde Anne y Greg me han cuidado de fábula (con "petits beurrés" y todo), un tanto desorientada tras una semana en la que he viajado por Picardie-París-Belfort-Bruselas en tiempo récord. Conocí a Jessika y Jeroen en Aranjuez hace tres años, cuando ellos disfrutaban de las mieles de su erasmus, y ahora es una alegría comprobar que, por mucho tiempo que pase, algunas cosas permanecen.

Y otras cosas se transforman, pero nada "se pierde" del todo, o "se acaba"; se perpetúan bajo otra forma, en un correo electrónico, en un pensamiento fugaz, en un ítem o una foto y,como en los "horrocrux" esos de Harry Potter: para terminar con ello de una vez por todas tendrías que pulsar el botón de "borrar" en tu memoria y, querido amigo, ambos sabemos que ese botón no existe (ni ese, ni el de rebobinado). Los posos cuentan.

Miro a mi alrededor sabiendo que estas paredes estarán vacías en siete días. Bajaré de ellas, pedazo a pedazo, un año de una vida. No parece tanto según con qué lo compares, pero yo aseguro que lo es todo, una de esas piedras angulares. Vine aquí en parte porque no tenía nada que perder, y ahora siento que a donde vuelvo no hay mucho que ganar... Cuando pienso en el momento de echar la llave a mi estudio, y despedirme del poyete de las ventanas, del Den Bisnis (que acaba de reabrir con el comienzo del nuevo curso, unos se van y otros llegan, el eterno devenir), del mirador, de las patatas fritas grasientas, las fuentes de chocolate, los supermercados con un tercio de las estanterías dedicado a la cerveza... Las imágenes me laten en las sienes, de forma análoga, me figuro, a la película de tu vida que pasa por tus ojos un segundo antes de morir ("Lo que no te mata te hace más fuerte"). Desde septiembre sabía que me pasaría esto, que un día despertaría del sueño de golpe, y me quedaría inmóvil, bloqueada, preguntándome... ¿y ahora qué? Aunque en realidad la respuesta es sencilla, es más bien una pregunta retórica, no se trata de elegir un camino porque no hay ninguna encrucijada, el año que viene toca en Madrid, y no queda otra. Otra historia sería tomarme la molestia o no de valorar mis ganas de enfrentarme a la vida “normal”, a la (qué palabra tan connotada, horrenda, temida) rutina, a lo que venga. Despedir amargamente la libertad, la vida contemplativa, el mundo abierto de par en par para ti, para descubrirlo a tu ritmo, junto a esas personas que desde el principio eran electrones girando en la misma órbita. Ellos también buscaban algo en la erasmus, cada uno algo diferente. Unos venían medio huyendo, dilatando proyectos, eludiendo responsabilidades, otros con grandes expectativas. Algunos han encontrado su sitio tras este año, otros siguen corriendo, en direcciones aleatorias, o lo que es peor, en círculos y sin saberlo.


La erasmus debería ser una experiencia obligatoria, como la educación primaria o la vacuna contra la rubeola: aunque no les veas la utilidad a corto plazo, como esperes a que te pique el gusanillo para procurártelos, puede hacerse demasiado tarde. Te arriesgas a que en un momento determinado los intercambios internacionales se te hayan quedado "pequeños" en relación con tus expectativas esnob propias de la edad adulta. Sería algo así como proponerle a mi madre hacer el Interraíl durmiendo en hostales de mala muerte y comiendo latas de atún. Que es que todo tiene su edad.

A mí me enseñaron que cada cual es un mundo, y decide si tomar o no ciertos riesgos. Ahora bien, incluso si las cosas de veras se acaban, ¿no es peor cuando ni empiezan?



[Suena: Special Gun - Showstar]

2 comentarios:

M dijo...

Claro que sí. Sería mil veces peor que no hubiese pasado. Por mucho que digan que el tiempo todo lo cura, hay posos -como tú dices- que nunca pueden aclararse del vaso. Por suerte.

Ánimo, que Madrid es un poco chula y un poco pueblerina al principio, pero al final también se hace querer. Y tú llegas con la ventaja de que ya hiciste Bruselas tuya.

Besos.

And I know it's old fashioned to say so dijo...

no se quien es la persona de arriba, pero madrid de pueblerina y poco chula nada. no ha oido hablar de los chulapos o que? desde el cariño y el respeto se lo digo eh? y a ti, si, es verdad que bruselas mola, xo ahora que te han pasado esas cosas. bruselas así como tal es un poco sosa. es lo que tienen las cosas, que no son como son si no como las recuerdas (no me acuerdo de quien era eso, era en plan unamuno o valle-inclán) y por eso ahora bruselas es especial. y x eso nunca la olvidarás y sabes que siempre estará alli y que alli pasaste uno de los mejores años de tu vida y eso es muy bonito. ay bruselas city!!