sábado, 3 de marzo de 2012

The "C" word

Esa palabra. CRISIS. Esa palabra que solo salía en los libros de historia de secundaria para contarnos la del 29, la del 73, la de los misiles de Cuba, o la de los sistemas políticos que se quedaban obsoletos, como el Antiguo Régimen, siempre con tintes espaciotemporales que nos resultaban asépticos, muy lejanos. Ahora todo cambia. Esta crisis no es sólo "la de 2008", ni la de las subprime, ni la de la burbuja inmobiliaria en España, y a la vez es todas ellas.

Desde hace un año y medio intento canalizar la maraña de sensaciones que me producen los acontecimientos recientes, y cada vez que lo he intentado se me ha hecho un nudo en la punta del cursor. He sido incapaz. El resumen simplista sería sencillo: demasiado dolor, insoportable desesperanza.

La crisis no es algo de lo que puedas esconderte. Invade todos los rincones, tu ocio, tus conversaciones privadas, las marcas dentro de tu nevera. Todo está ahí para recordarte que mucho ha cambiado, y que está para quedarse. La primera vez que fui plenamente consciente de lo que permea en mi estado de ánimo fue el día de Reyes en 2012. Íbamos en el coche y buscábamos plaza de aparcamiento para la visita habitual a las Chicas de Oro. Me pesa el mundo, particularmente desde que tengo herramientas para analizarlo. El máster en RRII me ha reconectado con la realidad de que todo en esta vida es político: lo que haces y lo que dejas de hacer. Que lo que sucede no está en tus manos cambiarlo, y al mismo tiempo quedarte en casa de brazos cruzados es darles argumentos para llamarnos generación perdida. Fitzgerald se revuelve en su tumba.

Los banqueros, los corruptos, los políticos, ensucian el maltratado nombre de la patria mientras los ciudadanos miramos al televisor como si del Peliculón de Antena3 se tratara. Una ficción demasiado real. Me faltan dedos de la mano para abofetear a quienes no se levantaron con el 15-M y calientan la silla esperando a que las conquistas sociales se enraicen a la pared para que no nos las roben, una tras otra. Orwell y Huxley se dan la mano.