martes, 28 de agosto de 2007

Kaaitheater Festival

El Kaaitheater, organismo cultural belga que organiza festivales en los que el teatro, la danza y la música son protagonistas, nos trajo en agosto unas propuestas amateur muy profesionales de la mano de Villanella. Ayer lunes asistí a una de las sesiones dobles con Ana y su novio Bram (¡qué salao es para ser belga! Se nota que el aire de Granada y de Ronda hizo mella en su acento y en su espíritu, con un resultado encantador), y al final resultó que conocía, como yo, a los del grupo de teatro de la obra Esquimaux (hubo ahí un productivo intercambio de cotilleos), todos ellos amberinos de pro que algunos ya conocisteis en un corto que os presenté. El local era muy underground, a orillas del canal principal de Bruselas, no muy lejos de mi casa ni de Bruxelles-les-Bains. Se trataba de una especie de almacén/aparcamiento de coches de dos plantas que la organización se encargó de ambientar mínimamente con un recibidor que contaba con un par de mesitas bajas (con folletos sobre el festival) y un auténtico de bazar de sillones antiguos (por no decir viejos), de tapicería aterciopelada en verde y marrón oscuro, formando un saloncito. La puerta del recinto era de chapa ondulada, como las de los garajes.


En la primera obra, Meiose, dos jóvenes actrices semidesnudas (empolvadas de blanco) interpretaban a dos siamesas unidas por la cabeza (cuando se movían para peinarse, tomar una taza de té, bailar o zurrarse, estaba muy logrado), o bien dos cromátidas en una célula que realiza la meiosis, no me quedó claro. Mientras un joven tocaba el acordeón, varios televisores apilados y un proyector mostraban imágenes de una endoscopia (¿un útero?), y de fondo se oía el movimiento de fluidos. De vez en cuando, una señora con una peluca rizada y una túnica cantaba emitiendo grititos de opereta un tanto siniestros. Al conseguir separarse las siamesas, la más débil muere, y aquí viene lo más desconcertante: el joven y la de la peluca -hacen como que- cortan un trozo de pierna a la siamesa muerta y empiezan a comerse la masa viscosa de color carmesí que mana de la herida... Fin de la obra. Joder, qué asco, me dije. Todavía la incredulidad de "¿cómo he podido tragarme esto?", nos dirigimos a otra sala para la segunda obra, Esquimaux, que gracias a dios era un simpático musical con el que la gente -que lo entendió- se rió mucho. Yo me pasé toda la obra "pescando" para enterarme de algo porque era en neerlandés; por suerte Ana y Bram estaban cerca para explicármelo, y las muecas de los actores valían de por sí la entrada de cinco euros que había tenido que pagar, eran geniales. La trama se centra en el activista caricaturesco que parte al Polo Norte a realizar un reportaje con el que concienciar sobre el calentamiento global y otros problemas ecológicos. La fuerte amistad de dos inuit (que provocan los mejores puntos de humor absurdo de la obra) se ve amenazado cuando el activista irrumpe en su espacio y se interpone entre ellos para poder manipularlos a su antojo y usarlos en su campaña. A todo esto, hay una aparición del famoso explorador belga Dixie Dansercoer que se empeña en montar una "fiesta de la playa"... Música en directo para estos actores-cantantes que estuvieron a la altura, más tres palabras en castellano: mojito, suavemente (no puedo odiar más esa canción) y cojones. Me doy por satisfecha.

No se podía utilizar flash, de ahí que las fotos que tomé fueran lo siguiente de patéticas:

Opwarming, nee!
El colofón, unas cervecitas a orillas del Sena bruselense, en una carpa con barra, sillas y hasta plataforma. A algunos no sé si el arte les gustaría, pero doy fe de que el pedofeo fino les va más que a un tonto un lápiz.
[Sonó: Mr Brightside - The Killers]

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