miércoles, 6 de junio de 2007

Sucesos estrambóticos de una noche de (cuasi)verano

Estoy en Madrid. Aparcamos el coche de unos amigos (hombres) en frente del parque infantil que había junto a mi residencia familiar (o "piso de 80 m2") de la infancia. En el portal, nos encontramos con unos antiguos vecinos, la familia al completo. Noto que se crispan porque, al tiempo que busco el llavero en el bolso, estoy hablando, distraída. Habrían preferido que dirigiera el 100% de mi atención a abrir la puerta, supongo. No sé de dónde, surgen un montón de amigas (incluida mi prima Irene), y subimos, unos en ascensor, otros por las escaleras, en tropel. Casi puedo ver las caras de los vecinos, ante tal jaleo. "¿Nos quedamos aquí, o bajamos a mi casa?", pregunto, buscando con ojos desesperados una mirada de aprobación para la opción número 2. Hablan, gritan. Esto no puede seguir así. Algo de ansiedad transportan mis glóbulos rojos.

Estoy en Amán, Jordania. Arena por todas partes, casitas preciosas (que podían haber sido más de cualquier primera línea de playa de la Costa Ballena: chaletes adosados, en toda regla), pintados de azul añil y mostaza (como la puerta de Babilonia -la puerta de Istar-Image Hosted by ImageShack.usdel Museo Pergammon de Berlín, qué casualidad). De repente, me encuentro lejos del núcleo urbano: deseo cruzar al otro lado del río, ancho, que corre por un cañón profundo a bastante desnivel de la loma plana desde la que miro. Lamentablemente, el puente de tablitas de madera se ha roto. A ambas orillas, los turistas reposan la espalda contra a unas cajas negras (¿?), como las que guardan los amplificadores en los conciertos, tapadas, además, por telas (¿o plásticos?). Junto a una de esas cajas, he colocado mis cosas: mi neceser de maquillaje redondo rosa y blanco de Clinique, los dos neceseres azules que siempre llevo conmigo. No sé por qué, los cambio al lado derecho y los resguardo bajo una tela, a la derecha de las cajas anteriores, cruzando el estrecho pasillo por el que, de poco en poco, llega gente para asomarse, y dar media vuelta resignada. Abro la cremallera de uno y saco un pequeño kit que incluye un peine y un espejito. Lo vuelvo a guardar. Yo quiero realmente cruzar el río, es una lástima. Al otro lado, había esculturas de madera policromada, antropomórficas, antiquísimas, en lo que sería un monte sagrado (¿desde cuándo los musulmanes veneran esculturas humanoides?). Una madre, con su hija de la mano, se asoma a la garganta del río. La madre murumura "Bueno, 10 euros menos que gastamos", a lo que la niña responde "10 000 visitas menos". Qué lista la jodía, qué conciencia de protección del arte. Comprendí que la loma se había protegido a sí misma cortando el puente. Como todos, estaría ya harta.

Estoy en Bruselas. Julia, ya con el pelo corto (qué bien asimila mi cerebro los cambios en el subconsciente), vistiendo un vestido corto satinado, palabra de honor, azul oscuro intenso (parecido en color al de Hilary Swank en los Oscar 2005. O a la puerta de Istar... -----edición 14/06/07: ¡o exactamente igual al de Norah Jones en Cannes!Véase blog anterior-----). Propone que vayamos andando a Amsterdam porque, total, es todo recto. Acepto, y topamos con dos edificios blanquísimos, con columnas, con estatuas clásicas del tamaño del faro de Alejandría. Ella me recuerda que las vimos "el otro día" (¿en otro encuentro en la tercera fase?). Es increíble lo que está ligando julia hoy, no hay ni uno que no la mire. Es normal, está radiante. Ella fuma y yo fumo. Por arte de magia, otro cigarrillo aparece en mi mano (van dos), y al intentar dar una calada, casi me quemo con uno de ellos. Un grupo de adolescentes, al ver la escena, se ríe, qué remedio. Llegamos a una "fiesta" en un café (¿o casa?). Zoe está allí. Hay una televisión, pero no alcanzo a recordar qué echaban. En un chasquido de dedos, todos desaparecen. Carlos acaba de hacer una prueba de interpretación a Zoe. Es mi turno. Entro y me siento delante de él. Me pongo los cascos y, como nadie me ha explicado nada, me quedo callada escuchando la canción en inglés que empieza a sonar (y que no conozco). Si me concentrara mucho, sería capaz de descifrar, y quizás traducir, un par de frases. Pero ya es demasiado tarde. Examen atípico, consistía en eso: no un discurso político ni una ponencia, sino una canción pop/rock/indie. En el tiempo en que estaba pensando, absorta, Carlos había fijado un gesto severo y paraba la cinta. Un fracaso. Salgo del edificio y lloro desconsolada. Camino por las calles polvorientas de Amán para volver a la loma, y esperar a que arreglen el puente. A la derecha, veo una panadería con un mostrador apetitoso. Pero paso de largo.

...

Hacía años. ¿Acordarme de un sueño, con tal lujo de detalles? Sin precedentes en mi fase post REM. Sin cohesión, y con significado, sin duda. Verídico-onírico. Y que sensación más desagradable se te queda al abrir los ojos, durante un buen rato...


"¡Yo no entiendo nada, boluda!".

Yo tampoco, Fati.



[Suena: Sad Songs - The Frames]

1 comentario:

And I know it's old fashioned to say so dijo...

amsterdam esta tó recto
como la casa de cedrik en bici, igualito jajajaja yo muchisimas veces me acuerdo de los sueños, con detalles y todo. es raro, si.

el rock en todas sus estados me tiene expectante, hay que mirar todo ya!!!!!! si sabes alguna novedad avisa

lofyu