Nos sobran los motivos
No voy a divagar, ni a autocompadecerme, ni a echar la vista atrás ni hacia adelante, ni a dar consejos musicales, ni a recomendar un buen anticelulítico, ni a vender mi felicidad a bajo precio.
(Qué coño, ya estoy divagando.)
Entre blogspot y nosecuántas cosas más he reparado en mi decreciente necesidad de reflejar lo que mis corrientes cerebrales claman en un papel/cualquier otro soporte que sea menos traicionero que la memoria. Siempre he mantenido que esa necesidad marcha a la par que la felicidad en orden inversamente proporcional, y a estas alturas no queda bien desdecirse.
No me entusiasma mi literatura barata. Con lo críptica que parezco para lo poquito que tengo que contar, más valdría que me dedicara a tareas de provecho, con contenido. No me gusta releerme, sino "recorregirme". En ese sentido tengo complejo de Juan Ramón Jiménez (o de Jorge Javier Vázquez, como podría haber dicho Arminda). Tampoco es que llegue a orgásmico, pero resulta placentero retocarte y creerte un paso más cerca de la perfección, y con experiencia después de todo, con un simple golpe de vista a tu archivo, aunque sea ilusorio y muy posiblemente volvieras a meter la gamba en el mismo sitio dada la situación.
Me obsesiona. Perder la cabeza y/o que mi disco duro decida que es hora de formatear (el concepto "disco de seguridad" no va conmigo). Ni contactos, ni memoria, ni prueba de haber existido. Como si los rojos hubieran quemado tu partida de nacimiento junto con la iglesia del pueblo. ¡Un alma sin rumbo! Obligada a (di)vagar por el mundo.
La gente no cambia. Ni si quiera cuando le ve las orejas al lobo.
"Los días son copia unos de otros", que diría el rapero (¿poeta?).
Quejas, pinche aquí. Si el hipervínculo no aparece, siga maltratando el ratón.
[Suena: Roscoe - Midlake]
No hay comentarios:
Publicar un comentario