sábado, 14 de julio de 2007

Cielos parisinos

El primer día de verano. Hacía calor y el sol brillaba de verdad, por vez primera, desde que entrara oficialmente el 21 de junio. Ella caminaba deprisa jugando con un colgante entre sus manos (más bien mareándolo; nunca le gustó caminar sin rumbo y con las manos vacías, sin bolso, ni reproductor de música, sin objetivo en la mirada. Comprende a la gente que fuma), mirando al suelo, bloqueada, eligiendo las calles al azar en su huida. Rue Alfred Sisley, ésta le gusta. El cielo ofrecía un azul intenso, y unos pocos estratos blancos. Irónico para un viernes 13 que tantos dolores había traído a todos los músculos de su cuerpo.

Pensó en los niños bilingües, en el Liceo francés, en las rimas fáciles con el apellido de él. En las estancias en Ginebra que no llegarían, los monitores de esquí, el fin de los dramas en el aeropuerto, de la incertidumbre. ¿Por qué? El Clio verde pasó dos veces por su lado, sin verla; él dentro, con una chaqueta y un par de zapatos de tacón en el asiento del copiloto. Ella tampoco pretendía que él se pasara la tarde dando vueltas en su busca, así que decidió secarse la mezcla de corrector y solución salina de las mejillas, y regresar.

Frío, silencios.


Decisión.

No puede ser. Incompatibilidad.

Tristeza, sobre todo.


Confianza ciega o nada, mirándose a los ojos. Ni irritabilidad ni susceptibilidad. Recommencer à zéro. (Y rezan).

"La esperanza es lo último que debería perderse".



[Suena: Parisian Skies - Maxïmo Park]

1 comentario:

And I know it's old fashioned to say so dijo...

ahi ahi, a comenzar de cero
oye cuando vuelves a españa?