sábado, 26 de julio de 2008

Odi Profanum Vulgus

"I love the tiny veins on your back / They remind me of the way that porcelain cracks."

Salgo de su casa y me doy cuenta de que está atardeciendo, y que las piernas me pesan como si acabara una etapa del Camino de Santiago. Huele a campo en Colonia Fin de Semana, un gallo canta (9 PM) y da la sensación de que se respira mejor. Un señor ha sacado una silla de plástico a la calle porque da la sombra y el voyeurismo es ilimitado y gratuito.

El 77 llega enseguida. Me siento y espero. No arranca. En el paseo hasta la parada, la brisa y la temperatura agradable han tenido el efecto de la madalena de Proust (o tostada, según algunos). Intento identificar por qué la nostalgia. Debe de tratarse de un falso flashback, uno de esos sentimientos familiares difíciles de localizar o explicar, sin referente, con los que uno se siente extraño y ridículo. El dolor de la muñeca izquierda me turba, pero no lo suficiente como para que mi gesto pase de hierático a molesto. Me viene a la cabeza un pasaje de The Beautiful and Damned, que he terminado hoy:

"He shut the door and coming back
into the room stood for a moment lost in thought with the tennis-ball still
clasped in his hand. There was one of his lonelinesses coming,
one of those times when he walked the streets [...]. It was a self-absorption
with no comfort, a demand for expression with no outlet
, a sense of time rushing
by, ceaselessly and wastefully -assuaged only by that conviction that there was
nothing to waste, because all efforts and attainments were equally
valueless."

El falso flashback toma un cariz preocupante, se me hunde en el pecho y me pesa. Un ápice de tenacidad ordena no conformarse con el estado vegetativo de encefalograma plano y le doy vueltas, que el camino es largo. Veamos: ver Shibuya en Read My Mind, o haberme bebido otro Fitzgerald, o romper el micrófono (todo un símbolo) atado al palo de la fregona, y quedarme con la misma cara de imbécil que cuando ves a una niña gordita que sin querer desparrama entero un helado de dos bolas recién comprado. O cantar, como quien reza un salmo al tiempo que friega el inodoro:

"Hard to understand / Our love is
leaving along with the train you're in"

Otros atardeceres, otras brisas, otros veranos.

iPod lleva insertado un sensor del estado de ánimo. Nunca lo reconocerán (menudo escándalo), pero es tan cierto como que la telebasura nunca ha apestado tanto como hoy y como que Pattie Boyd era demasiado ignorante para ser consciente de su propia vulgaridad. iPod me lleva por el mal camino, o por el que inconscientemente marco, y ha reproducido en modo aleatorio y seguidas: Analyse de Thom Yorke, Parisian Skies, Obstacle 1, Open Your Arms y Stop Me If You Think That You've Heard This One Before, ahí es nada. Ahora que baje Steve Jobs y lo vea.

No, no ha sido una palabra, ni una llamada, ni un objeto, ni una asociación estúpida de ideas. Solo el recuerdo vago de otros atardeceres que acabaron, otras brisas agradables, otros veranos. Y una ansiedad que me pide reducirlos a polvo con el puño de mi mano.

1 comentario:

And I know it's old fashioned to say so dijo...

joder, ya sabía yo que tenía que haber obligado a mi hermano a llevarte. es que mi barrio es como una dimensión perdida. como el anuncio ese del lugar de las cosas que nunca tuviste. pues eso. es un lugar raro. como cuarta dimensión o algo de eso.