jueves, 10 de abril de 2008

No era día 14


Nagasaki, frente a la estación de tren, cerca de la medianoche, demasiado lejos de todo, desorientada, aturdida, en un país en que eres siempre el diferente, un mono de feria al que tiran cacahuetes y al que luego pasan de largo, compré el primer paquete de cigarrillos de mi vida (Marlboro, por imitación), también el primer mechero (naranja, por supuesto), y me fumé tres pitillos (o cuatro, dios sabe), inhalándome el epicentro, sentada en uno de esos bancos de la pasarela, la silueta de la montaña, los raíles, mirando al vacío, ni cuadernillo naranja ni bolígrafo para expiar mis no culpas, a solas con el volumen ensordecedor de mi reproductor de mp3 y los ecos de la maldita edición japonesa en inglés del Times, ni siquiera sé cuánto tiempo tardé en volver a la habitación del Hotel Cuore. No me he sentido más sola en mi vida.

Qué extraño, fue extraño. Tan bonito mientras duró.
Hay tantas cosas que nunca comprenderé(mos). Y mientras tanto muere otra porción de mí, sin duelo, ni flores, ni esquela.

Sólo hasta siempre
y peace.

1 comentario:

M dijo...

Esta entrada me ha parecido acojonante. Preciosa.