jueves, 1 de noviembre de 2007

On déménage quand?

Prefiero esta ciudad en otoño sobre cualquier otra estación del año. Yvelines está llena de árboles de hojas rojáceas, marrones, rosas y naranjas, a diferencia de España, donde hasta diciembre no ha hecho el frío suficiente para que muden las hojas, y el cambio estación lo marcan otro cambio (el de la hora) y otras hojas (las del calendario).

Las bajas temperaturas y las necesidades fisiológicas nos llevaron a uno de esos cafés cerca del Louvre, en la plaza donde está el metro. Las lámparas calefactoras me pusieron dolor de cabeza y los 5 euros por el descafeinado con leche remataron las náuseas (lo primero sea la salud de nuestro esfínter). Para cuando llegamos a Beaubourg, yo ya estaba en estado catatónico; me senté y me distraje mirando los tubos de colores, las escaleras mecánicas y los carteles de la exposición de Giacometti en el Pompidou. La gente fue llegando y creo que fuimos a Chatelet a beber unas pintas, y digo creo porque el mareo me tenía en un estado de desrealización bastante serio. Cuando llegamos a casa de Matt en Goncourt, opté por tomarme un Neobrufen y echar una cabezadita. Muerta de frío, dormida y con temblequera en las extremidades, no se les ocurrió nada mejor para volver a casa de Raph que coger un bicicleta de las de VELIB (la alquilas de una máquina con tu tarjeta de crédito en un punto de la ciudad y la depositas en cualquier otro, a cualquier hora). La última vez que Raph y yo montamos en bici fue en Ile de Ré (una islita frente a La Rochelle) en agosto de 2005, donde ella acabó con una quemadura en el brazo por la fricción contra la gravilla y yo comiéndome un árbol. Excelente idea, vamos. A dios gracias, mi terror a la conducción de quoi que ce soit hizo que segregara una cantidad ingente de adrenalina (como un chutazo) que me despertó a la tercera pedalada, de modo que, finalmente, incluso conseguí disfrutar de la experiencia ¡hasta el punto de no querer soltar la bicicleta al final del recorrido! El único momento en que temí por mi vida fue en la Place de la République, con coches cruzándose en todas direcciones... para la próxima, vamos por la acera, por el bien de todos.



Lo que no soporto de no dormir en mi casa es que a la mañana siguiente te levantas con legañas de rímel y la ropa oliendo a bar. Caminamos desde Faubourg Montmartre hasta Pyramides para coger el... ¿¿coche?? Anoche lo dejamos aparcado al lado de la Comédie Française y sin embargo ha amanecido en la fourrière de Porte de Clichy... Se ve que el coche también tenía ganas de juerga. La respuesta es que a la luz del día apareció un cartel: "Sólo miembros del Consejo Constitucional". A postergar el momento soñado de la ducha caliente y el desayuno a mediodía (menos mal que nos dio la risa tonta). Maldita suerte la nuestra con las multas.

¡Qué bonito es el otoño de París! Como a las hojas, esta ciudad me ha dado ganas de mudarme. Ahora sí lo sé: en algun momento de mi vida, viviré aquí. Tenemos muchas ironías por compartir.



[Suena: 1234 - Feist]

No hay comentarios: