lunes, 8 de septiembre de 2014

Last Flowers to the Hospital

La radio y los cascos en el primer cajón.
Su silla de ruedas plegada en la entrada. Su andador. Su bastón.
Su cepillo de dientes.
El carmín rosáceo, con la punta redondeada -y la marca de las grietas de sus labios-.
Su pequeño neceser. El lápiz marrón para las cejas.
Su vestido de lunares. Su bata de flores azul. Y su bata de guata salmón.
Su peluca, sus gafas de sol.
Sus diminutas zapatillas de andar por casa. Las rosas.

Su esmalte de uñas, coral, menos la última semana -no le ofrecí pintárselas-.
Sus pendientes de oro y coral. Tan lejos del lóbulo al que estuvieron pegados por décadas.

Ya no me cortaré el pelo (nunca más).
Ya no preparemos un pack especial (por la boda).
Ya no la veré cuando vuelva en septiembre.
Qué rica la tortilla, y anda que con unos pimientitos por encima... Se la hacía así a tu abuelo. Si no digo nada no le dais de cenar a la niña.

Las putas cápsulas de infusión digestiva.

La toalla de debajo de la almohada.
Sus jerseys de pico, el rosita y el celeste. Con broche.
El patético discurso en La Almudena.

Su nombre en el identificador de llamadas.

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